Una mañana llena de
felicidad, jugueteos y locuras de niños, entre agua fría y un
inmenso lugar por descubrir. Una tarde de melancolía y recuerdos.
Disfrutando lo que Dios nos regala cada día y sin que nos demos
cuenta.
Mientras el sol nos
regalaba una vista hermosa, el calor se disipaba por el frio de la
noche y el regocijo de un dia hermoso, en donde la naturaleza nos
brindaba su mejor abrigo, el cielo azul y una alfombra verde bajo
nuestros pies... poco a poco... la historia tendría un giro
inesperado.
La noche apretaba
nuestros cuerpos y la muerte jugaba a la ruleta rusa. Luces de
maquinas creadas industrial mente, que contaminan aquella brillosa y
hermosa luna llena y un manto estelar lleno de incandescentes
estrellas guiando un camino... un camino a la tempestad.
Y de un momento a
otro, sin avisar... el juego de la ruleta rusa me regala un comodín
para alargar el tiempo de vida de alguien... y debo decidir, porque
yo seguía en el juego de la vida. Decidiendo tomar ese comodín...
de una manera inocente... tomando su mano... veo la muerte sacando su
guadaña y ejecuta su ultima jugada... el cielo se convierte en
asfalto... en un forro de fieltro y gamuza, ocultando el acero... el
ruido ensordecedor de ese mismo hierro arrastrándose...
doblándose... el sonido de los vidrios rotos... volando sobre esos
cuerpos que se movían por la energía natural... de la física.
Gemidos de dolor,
llantos... gritos de angustia... lagrimas e impotencia... las luces
se convierten en dos colores... esos azules y rojos mezclándose en
formas circulares... la sangre volviéndose una decoración rojo
carmesí sobre mis manos... mientras la muerte... con su sonrisa
eterna... balbucea y me señala su jugador vencido... y entre esas
vidas... que siguieron en su juego entre vida y muerte... puedo ver
quebrándose el mas fuerte muro... convirtiéndose en el extenso muro
de los lamentos... ojos llenos de dolor y sufrimiento... para solo
recordarnos que debemos seguir jugando.
Recordando esas
luces... pasando sobre mi... esas caras desconocidas, esos héroes
sin nombre que valientemente y sin ninguna glorificación, nos
otorgaron de sus inexistentes poderes... para que siguiéramos
nuestro juego. Todo cambio desde ese día, desde ese acontecimiento.
Mientras...
nosotros... yo... después de 365 días... sigo con mi mente enfocada
en esa... pesadilla para recordar.
Si algún día llego a verte por la calle, no agacharé la mirada, no miraré a otro lado. Haré frente al destino y te veré de su mano al igual que alguna vez estuviste de la mía. No se que vaya a pasar conmigo, tal vez el corazón se me quiera salir, quizá la nostalgia me invada por dentro en aquel momento. Pero no... no me iré, tan solo dispararé una de esas sonrisas que dicen adiós.